La política romana del “divide et impera”, divide y domina, es aún vigente en las relaciones internacionales, haciendo que muchos países forjen alianzas con terceros para romper uniones que hasta entonces parecían fraternas e inquebrantables. La alianza entre Mao Zedong y Richard Nixon quebrantó las relaciones entre la Unión Soviética y la República Popular China, ambas socialistas y que hasta entonces consolidaban un bloque común desde hacía mucho tiempo. En la actualidad, la Unión Europea se está convirtiendo en un actor relevante frente a Rusia, China y Estados Unidos, pero la falta de coordinación entre los países que la componen provoca que en determinados momentos, esta unión de países europeos sea más frágil que fuerte, por más que se anuncie unidad desde las instituciones comunitarias. Pero, si las sanciones contra Rusia ya provocaron quiebras pero no rompieron la unión, hay un suceso que en este momento si podría hacerlo, el caso catalán.
Rusia podría ser uno de los países más interesados en la independencia de Cataluña, la creación de un nuevo Estado en las costas del Mediterráneo occidental, que lleva a quebraderos de cabeza a los estados comunitarios, podría servir a la geopolítica rusa para desestabilizar más la región. Una desestabilización política que le ayudaría a ganar presencia en el continente, y al mismo tiempo a recuperar aquella que tenía antes de la guerra de Ucrania. El posible reconocimiento ruso de una república catalana podría consolidar una presencia estratégica rusa en el territorio catalán como símbolo de la cooperación entre ambas naciones.
Un hecho ante el que las instituciones comunitarias no tendrían capacidad de reacción, además sería insostenible económicamente debido a la gran cantidad de infraestructuras y empresas que ya existen instaladas en territorio catalán. El reconocimiento de igual a igual entre Rusia y Cataluña sin duda dividiría a la Unión Europea porque Moscú todavía sigue teniendo gran influencia en distintos países que ahora forman o quieren formar parte de la comunidad. El hecho de que Cataluña al conseguir su independencia sea expulsada y por tanto quede fuera de la comunidad europea abre aún más las puertas a posibles inversiones de empresas rusas que no pueden hacerlo ahora debido a las sanciones que desde la Unión Europea existen contra ellos, pudiendo, tras su reconocimiento, desarrollar conjuntamente una actividad económica importante.
Pero como España no reconocería tal escisión, para las instituciones españolas seguiría siendo parte del país y por lo tanto no estaría fuera de la Unión Europea, aunque sí podría ser reconocida por países como Rusia, permitiendo dos legislaciones a la que cada uno podría acogerse como mayor beneficio pudiese darle.
Aunque parezca inverosímil se podría dar la situación de que para los países que reconozcan la independencia de Cataluña esta quede “de facto” fuera de la Unión Europea por no haber hecho esta los procedimientos para entrar, y al mismo tiempo al no reconocer su independencia por parte de Estados-Miembro de la misma, esta permanezca dentro como parte de España para ellos.
Esta curiosa situación también podría generar que otro país como la República Popular China lo vea con un especial interés. El giro monumental del Partido Comunista de China en este último Congreso Nacional del PCCh, a favor del libre comercio, la expansión económica y la consolidación de China como actor global genera que pudieran ver en la independencia de Cataluña una ventana de oportunidad para penetrar en el mercado más aún.
Recordemos las inversiones en el Puerto de Barcelona del gobierno chino a través de la empresa Hutchinson y China Construction Bank. Aunque, según dicen el proceso de independencia suena como algo hostil, muchas son las empresas que ven en estos periodos su mejor oportunidad para invertir, así, cuando cesa el clima de hostilidad, su inversión obtiene una alta rentabilidad. Además no es nuevo que la estructura económica de China mire focos de inestabilidad económica para invertir y luego consolidarse gracias a ello como un actor casi nacional en muchos países. Los ejemplos más recientes son en Centroamérica o repúblicas africanas, donde la presencia china ha generado que se concentre la mayor parte de importaciones y exportaciones de la zona en los países en los que ha invertido.
Pero después de estas breves aproximaciones, y puesto que la diplomacia no deja de ser un intercambio de intereses, entremos en detalle: ¿Qué podría ofrecer Cataluña a Rusia? ¿Y a la República Popular China?
En el caso de Rusia, las necesidades actuales dentro de la diplomacia rusa son: la presencia militar o la posible coordinación en Defensa, expandir sus mercados financieros y que sus empresas puedan ganar espacio a nivel global.
En el ámbito de la Defensa, una posible república catalana podría quedar fuera de la OTAN, por lo que Rusia le podría ofrecer su reconocimiento y cooperación a cambió de, por ejemplo, poder amarrar sus buques en los puertos catalanes. Uno de los problemas estratégicos que tiene la Federación Rusa es que solamente el puerto sirio de Tartus les sirve como base en el Mediterráneo, puesto que España y la Europa Occidental forman parte de la OTAN y la actual escala de conflicto impide cualquier cooperación. Recordemos las advertencias de la alianza atlántica al respecto cuando España iba a aprovisionar a la flota rusa que se dirigía a Siria en Ceuta.
Aunque para España sería una comunidad autónoma más, y para la OTAN también, la falta de medios para evitar tales acciones de una reconocida república catalana por parte de Rusia, dejan que la única vía posible sería entre la OTAN y el gobierno catalán. Y es la única vía porque los tratados de la Unión Europea prohíben hacer uso de la fuerza militar contra la población civil, y el coste de frenar una posible republica catalana reconocida por Rusia, a quien la federación protegería al reconocerla como soberana, complican las cosas más allá de los canales diplomáticos. Si la OTAN quisiese evitar tales acciones en territorio catalán debería exigir a Cataluña que no las llevase a cabo, y por lo tanto, previamente debería reconocer la república catalana para poder hacerlo.
Desde un punto económico, si la Unión Europea decide expulsar a Cataluña, aparte de la gran cantidad de inversiones europeas que quedarían por tanto sin la cobertura de la UE, también permitiría que Cataluña, tras su expulsión, abriese la puerta a inversiones rusas que ahora no son posibles como consecuencia de las sanciones comunitarias contra ellas. Abriendo una escala de grises a una situación que ahora se está gestando de forma dicotómica entre el sí o el no. A la Unión Europea no le interesa tener una Crimea en el sur de Europa, nudo de comunicaciones e infraestructuras troncales europeas, que tendría como consecuencia una España que quedaría casi aislada como consecuencia que la principal vía de comunicación de mercancías es a través de la provincia de Girona, Cataluña. Es por ello que la UE debe reconocer Cataluña para frenar esto.
En el caso de China solamente tendría la vertiente económica. Después de la infraestructura del puerto de Gwadar en Pakistán, del que hable en la columna “La alianza económica y militar chino pakistaní, ¿amenaza para el eje India-Estados Unidos?”, la consolidación de Barcelona como enclave de inversiones del mercado chino en Europa, norte de África e incluso como punto medio para las conexiones con Sudamérica abre la puerta a un interés especial para que en caso de una nueva república, el gobierno chino pueda influenciar sobre nuevas legislaciones comerciales mientras la republica catalana queda al margen de la Unión Europea. El reconocimiento de China de La República de Cataluña podría ofrecer una legislación más favorable al comercio en territorio europeo geográficamente hablando, que no económicamente. Aunque, según las circunstancias, se puede dar el caso de que algunos países puede que la reconozcan y otros no, y China juegue entre estas dos realidades. El proteccionismo que existe en la comunidad europea no existiría en Cataluña, si se legisla hacia esta dirección, y al mismo tiempo podría seguir beneficiándose del espacio Schengen una vez las mercancías estén aquí puesto que para algunos países Cataluña seguiría siendo una simple región española.
De la misma forma que podría hacer Rusia, velando por la soberanía de la república catalana, la República Popular de China podría hacer lo mismo, reconociendo y protegiendo su soberanía, siendo moneda de cambio el reconocimiento de esta en las instituciones de las que estos dos países forman parte si hubiese un acto hostil al respecto. Es posible que frente a tal escenario los silencios administrativos serían lo más aconsejable, puesto que si Rusia o China, o ambos países reconocen una República de Cataluña, pueden salir en su defensa si peligra su integridad y el gobierno catalán pide ayuda a la comunidad internacional, no olvidemos que ambos son miembros permanentes del consejo de seguridad de la ONU. Los caminos de la diplomacia son inexpugnables, y si hay intereses encima de la mesa aún se puede ser más contundente en las declaraciones o políticas.
En conclusión, la inacción de la comunidad europea frente a un reconocimiento de Cataluña por parte de Rusia y la República Popular China, o el simple hecho de negarlo, provocaría que ambas potencias tuviesen un pie en el corazón del territorio continental europeo. Cualquier vulneración de soberanía de una reconocida república catalana puede llevar consigo sanciones de ambas potencias hacia quien lo haga, generando que sea necesario un trato de igual a igual entre los Estados y el Ejecutivo catalán, provocando el reconocimiento de dicho Estado, para conseguir una resolución a través de la vía diplomática en tal situación.